RELIGION 8o

TEMATICA CUARTO PERIODO

·         La Penitencia es el sacramento de la reconciliación
·         La Unción de los enfermos
·         El Orden sacerdotal es para servir a la comunidad
·         El matrimonio es comunidad de amor
NIVEL DE DESEMPEÑO
Valora los sacramentos de sanación y de servicio como un encuentro cercano con Jesucristo que lo llama a ser cada día mejor hijo y ciudadano

 
Sacramento de la Penitencia
HISTORIA
 
  • En el Evangelio vemos a Jesús como "el que salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1,21). Es Jesús mismo el que perdona al paralítico y a la pecadora.
  • Jesús comunica su poder de perdonar a sus Apóstoles. Así como Dios Padre le ha dado todo a Jesús, así también Jesús comunica a la Iglesia, ese poder perdonador que de El emanaba para regenerar a los hombres. "A quien perdonéis los pecados, le quedan perdonados" afirma textualmente el Evangelio, (Jn 20, 23).
  • La Iglesia por medio de sus ministros en el nombre de Jesús otorga el perdón tal como lo hacía Jesús.
  • En la Iglesia primitiva, la Penitencia se convirtió en una tabla de salvación para el pecador bautizado. Pero se propagó la práctica de limitar el frecuente acceso al sacramento para evitar abusos. San Juan Crisóstomo se veía reprochado por sus adversarios por otorgar sin cansarse la penitencia y el perdón de los pecados a los fieles que venían arrepentidos.
  • Concilio de Trento reiteró la fe de la Iglesia: la confesión de los pecados ante los sacerdotes, es necesaria para los que han caído (gravemente) después del Bautismo.

La confesión íntegra, por parte del penitente, y la absolución, por parte del sacerdote que preside el Sacramento y que hace de mediador del juicio benévolo y regenerador de Dios sobre el pecador, vienen siendo las dos columnas de la disciplina del Concilio de Trento hasta nuestros días, (Código de Derechos Canónicos, Canon 960)


El Sacramento de la Penitencia y de la reconciliación
en el Catecismo de la Iglesia Católica

 

1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).

I El nombre de este sacramento

1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

1424 Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz" (OP, fórmula de la absolución).

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).

II Por qué un sacramento de la reconciliación después del bautismo

1425 "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquél que "se ha revestido de Cristo" (Ga 3,27). Pero el apóstol S. Juan dice también: "Si decimos: `no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" (Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.

1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados ante él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante él" (Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).

III La conversión de los bautizados

1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).

S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (Ep. 41,12).

3. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación

1440 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).

Sólo Dios perdona el pecado

1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.

1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5,18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20).

Reconciliación con la Iglesia

1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9).

1444 Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: "A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16,19). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza (cf Mt 18,18; 28,16-20), recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (cf Mt 16,19)" LG 22).

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.

El sacramento del perdón

1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como "la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia" (Tertuliano, paen. 4,2; cf Cc. de Trento: DS 1542).

4. El ministro de este sacramento

1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo, cabeza visible de la Iglesia par ticular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos antiguos como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial (LG 26). Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo sea de su obispo (o de un superior religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia (cf CIC can 844; 967-969, 972; CCEO can. 722,3-4).

1463 Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos (cf CIC, can. 1331; CCEO, can. 1431. 1434), y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, al Papa, al obispo del lugar, o a sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can. 1354-1357; CCEO can. 1420). En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado (cf CIC can. 976; para la absolución de los pecados, CCEO can. 725) y de toda excomunión.

1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable (cf CIC can. 986; CCEO, can 735; PO 13).

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

1466 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo (cf PO 13). Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.

1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas (CIC can. 1388,1; CCEO can. 1456). Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se llama "sigilo sacramental", porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda "sellado" por el sacramento.

Los efectos de este sacramento

1468 "Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con él con profunda amistad" (Catech. R. 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, "tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual" (Cc. de Trento: DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15,32).

 
La Unción de los Enfermos

El Sacramento de la Unción de Enfermos confiere al cristiano una gracia especial para enfrentar las dificultades propias de una enfermedad grave o vejez. Se le conoce también como el "sagra viático", porque es el recurso, el "refrigerio" que lleva el cristiano para poder sobrellevar con fortaleza y en estado de gracia un momento de tránsito, especialmente el tránsito a la Casa del Padre a través de la muerte.

Lo esencial del sacramento consiste en ungir la frente y las manos del enfermo acompañada de una oración litúrgica realizada por el sacerdote o el obispos, únicos ministros que pueden administrar este sacramento.

La Unción de enfermos se conocía antes como "Extrema Unción", pues sólo se administraba "in articulo mortis" (a punto de morir). Actualmente el sacramento se puede administrar más de una vez, siempre que sea en caso de enfermedad grave.

2. ¿Qué es la Unción de Enfermos?

Es el sacramento que da la Iglesia para atraer la salud de alma, espíritu y cuerpo al cristiano en estado de enfermedad grave o vejez.

3. ¿Cuántas veces puede recibir el sacramento un cristiano?

Las veces que sea necesaria, siempre que sea en estado grave. Puede recibirlo incluso cuando el estado grave se produce como recaída de un estado anterior por el que ya había recibido el sacramento.

4. ¿Qué efectos tiene la Unción de enfermos?

La unción une al enfermo a la Pasión de Cristo para su bien y el de toda la Iglesia; obtiene consuelo, paz y ánimo; obtiene el perdón de los pecados (si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la reconciliación), restablece la salud corporal (si conviene a la salud espiritual) y prepara para el paso a la vida eterna.


Orden Sacerdotal

El Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos.

La vocación al sacerdocio lleva consigo el celibato, recomendado por el Señor. La obligación del celibato no es por exigencia de la naturaleza del sacerdocio, sino por ley eclesiástica .

La Iglesia quiere que los candidatos al sacerdocio abracen libremente el celibato por amor de Dios y servicio de los hombres .

La Iglesia quiere a sus sacerdotes célibes para que puedan dedicarse completamente al bien de las almas, sin las limitaciones, en tiempo y preocupaciones, que supone sacar adelante una familia.

El sacerdote debe estar libre para dedicarse, cien por cien, al cuidado de las almas.

Aunque es verdad que en algún caso una esposa podría ayudarle, también es verdad que en otros muchos, una esposa podría absorberle su tiempo por estar enferma física o psíquicamente, o por exigir de él mayor atención, etc.

Y por supuesto, los hijos exigirían de él, no sólo tiempo, sino destinos en los que la educación de ellos fuera más fácil, o evitar atender a enfermos contagiosos, etc.

Es decir, el sacerdote sin familia está más libre para el apostolado; y la Iglesia, en dos mil años de experiencia, así lo ha advertido, y por eso exige el celibato a sus sacerdotes.

Pero, sobre todo, el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico: Cristo fue célibe, y el sacerdote es "alter Christus", es decir, otro Cristo .

El amor de Jesucristo es universal, igual para todos; sin los exclusivismos propios del amor matrimonial. Así debe ser el amor del sacerdote.

La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios. Si un muchacho tiene buena salud (no es necesario ser un superman ), es capaz de hacer estudios (no es necesario ser un genio), puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta ser ya un santo), tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de ganarse la vida ) es decir, busca su propia perfección y la salvación de las almas, debe preguntarse si Dios le llama al sacerdocio.

No se trata de preguntar me gustaría ser sacerdote? sino, me querrá Dios sacerdote? . En caso de duda preguntar a persona imparcial y formada.

Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros, predicadores, confesores, maestros, etc., y también muchas Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los hospitales, en los asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los conventos de clausura que alaben a Dios y pidan por los pecadores.

Por eso es un gran apostolado ayudar económicamente a la formación de futuros apóstoles, y a los conventos de clausura.

Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.

Los padres tienen obligación grave de dejar en libertad a sus hijos que quieran consagrarse a Dios. Pero también sería pecado -y gravísimo- el inducir a sus hijos, por motivos humanos, a abrazar, sin vocación, el estado eclesiástico.
Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos en la elección de una profesión y estado de vida . (P. Jorge Loring, Para Salvarte)




El Matrimonio

El Matrimonio fue instituido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Para los cristianos, Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento; un sacramento que da a los esposos una gracia especial para ser fieles una al otro y santificarse en la vida matrimonial y familiar, ya que el matrimonio cristiano es una auténtica vocación sobrenatural.

El matrimonio religioso se establece con el consentimiento libre de cada uno de los dos contrayentes manifestado ante el representante de la Iglesia.

El Matrimonio por su naturaleza está ordenado a la generación y la educación de los hijos, al amor y ayuda entre los esposos y a su santificación personal.

¿Qué es el Matrimonio?

El Matrimonio es el sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer cristianos, y les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres.

¿Cuáles son las propiedades esenciales del Matrimonio?

Las propiedades esenciales del Matrimonio son: unidad, indisolubilidad y apertura a la fecundidad.

¿Qué pecado comete el cristiano que, viviendo su consorte, se une con otra persona?

Comete grave pecado de adulterio.

¿Cometen pecado los convivientes y los unidos solo en matrimonio civil?

Los convivientes y los unidos sólo en matrimonio civil se hallan en permanente estado de pecado y no pueden recibir los sacramentos.

¿Cuál es la edad mínima para casarse?

En la mayoría de naciones, la edad mínima para casarse es de 18 años. En cualquier caso, se requiere de un permiso de la autoridad eclesiástica para hacerlo antes de la edad mínima establecida.

¿Cómo debe recibirse el sacramento del matrimonio?

El sacramento del matrimonio debe recibirse en estado de gracia y con la debida preparación; por ello se le recomienda a los contrayentes confesarles antes.

TEMÁTICA TERCER PERIODO




  • La Iglesia celebra su fe
  • Por el Bautismo nacemos de nuevo
  • La Confirmación o mi decisión definitiva
  • La Eucaristía es la celebración del Pan de la unidad
NIVEL DE DESEMPEÑO
      Celebra su fe participando de la vida sacramental de la Iglesia y expresa su unión a  ella por medio de la vivencia de los sacramentos
  • LA IGLESIA CELEBRA SU FE
1.  ¿QUE ES LA CELEBRACION?
Todos los hombres somos muy da­dos a celebrar. El hombre por na­turaleza celebra. El hombre primitivo celebraba las cose­chas, las lluvias, la siembra que le traían vida y bienestar.
Las celebraciones se hacían a través de ri­tos realizados con cantos, danzas y gestos con los cuales expresaban agradecimientos, alegría, o estupor y miedo si se trataba de fuerzas de la naturaleza que producían destrucción y muerte. Los pueblos celebran los acontecimientos de su historia que les trajeron la libertad, la independencia y el bienestar. Para cele­brar el acontecimiento histórico hay tam­bién ritos como el gobierno que ofrece una corona de flores al héroe nacional, se iza la bandera, se canta el himno nacional, se da el día de descanso, y así hay alegría y gozo en el pueblo.
Otras celebraciones son de tipo familiar como el aniversario de bodas o un cum­pleaños. La celebración se hace con una comida o una fiesta e invitan a los familia­res, a los amigos: hay abrazos, regalos, cantos, alegría, baile, flores, etc.
Analicemos la celebración.
Toda celebración contiene:
·    El recuerdo o la memoria de un acon­tecimiento que trajo alegría y bienes­tar para todos.
·    La celebración se hace a través de una comida o una fiesta.
·    El recuerdo hace que la gente se reúna y participe de él, participando de la cena o de la fiesta.
· La gente reunida expresa sus senti­mientos de alegría, gozo, amistad, so­lidaridad.
· Los sentimientos se expresan a través de abrazos, regalos, cantos, flores, bai­le, música.
Observa: la comida, la fiesta, la gente reu­nida y los regalos, los cantos etc. giran en torno al recuerdo del acontecimiento, y lo expresan, lo renacen y lo reviven, lo hacen presente de nuevo.
2.    LOS SACRAMENTOS DE NUESTRA FE
-Y los apóstoles y las primeras comu­nidades cristianas entendieron, ilu­minadas por el Espíritu Santo, que Jesús no era un hombre común y corrien­te, sino que la experiencia de la Resurrec­ción los llevó a creer que Jesús es el hijo de Dios, el Mesías prometido, el Señor del Universo. v
Jesucristo se convirtió para ellos en el gran acontecimiento de la historia, puesto que es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y nos da la salvación.
Para celebrar el acontecimiento de la muer­te y resurrección de Jesús, la comunidad cristiana se reúne, escuchan las enseñanzas de los apóstoles que hablan de la vida y la obra de Jesús, comparten el pan, como Je­sús lo hizo, hacen cantos, llevan sus bienes y los comparten, hacen oraciones y súpli­cas, y hay alegría y gozo entre ellos; re­cuerda Hechos 2, 42-45.
Para las personas que no tienen fe la cele­bración no deja de ser una fiesta común y corriente, para los cristianos que tenían fe la celebración hace presente el aconteci­miento, Cristo se hace presente en medio de su comunidad para salvarla y llenarla de vida.
La celebración es signo de la presencia de Jesús resucitado quien actúa a través de los cantos, las oraciones, la lectura de la palabra, el compartir los bienes, etc.
La palabra sacramento significa revelación o  manifestación de algo que está oculto.
Así la celebración de la comunidad cristia­na es sacramento de Jesucristo porque a través de ella se manifiesta Cristo a la co­munidad y la llena de vida.
3.  LOS SIETE SACRAMENTOS
Para manifestar a Jesucristo y reci­bir su vida la comunidad cristiana ha instituido siete grandes celebra­ciones, que son los siete sacramentos, que corresponde a los siete momentos más im­portantes de la vida del hombre; a saber:
·     El bautismo corresponde al naci­miento.
·     La confirmación corresponde a la op­ción vocacional.
·     La penitencia corresponde al perdón para el encuentro fraterno y con Dios.
·     La unión de enfermos para la enferme­dad y la muerte.
·     El sacerdocio o el servicio a la comu­nidad.
·     El matrimonio o la celebración del amor del hombre y de la mujer.
Los siete sacramentos abarcan toda la vida del hombre, personal, familiar, social y to­da la historia de salvación.
Se llama liturgia, al conjunto de celebracio­nes o acciones sagradas mediante las cua­les la Iglesia realiza la presencia de Cristo salvador en medio de la comunidad cris­tiana.
4.         LA FINALIDAD DE LOS SACRAMENTOS
Con las celebraciones de los sacra­mentos la Iglesia, que es comuni­dad cristiana, busca:
·    Hacer presente al Señor Resucitado que comunica su Espíritu a sus miem­bros y así les da vida nueva.
·    Dar gracias a Dios Padre por habernos enviado a Jesucristo.
·    La Iglesia se ejercita y se realiza como Iglesia.
·     Animar el sentido de fraternidad, de comunión y de solidaridad entre los miembros de la comunidad.
·    Mejorar la vida de oración y de cono­cimiento de Dios.

EL BAUTISMO
EL AGUA ES EL SÍMBOLO DEL BAUTISMO



El bautismo se realiza cuando el mi­nistro de la Iglesia echa agua sobre la cabeza del que se está bautizan­do y dice: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.



El agua es, pues, el símbolo del bautismo. ¿Qué significa el agua y qué hace?



·         El agua da vida: donde hay agua hay vida, y donde no hay agua hay desolación

·         y muerte. La presencia del agua es presen­cia de vida.

·         El agua calma la sed. ¿Has tenido algu­na vez una sed fuerte? ¡Qué rica es el agua! El agua nos devuelve la vida, la tranquili­dad.

·         El agua lava, limpia y purifica, y todo queda como nuevo. Cuando sentimos la suciedad en nuestro cuerpo, sentimos fas­tidio, malestar; entonces un baño nos deja como nuevos, renacemos y somos dife­rentes.

·         El agua mata destruye, arrasa. ¿Cuál de todos estos significados tiene el agua para el bautismo?

POR EL BAUTISMO MORIMOS Y RESUCITAMOS CON CRISTO



La palabra bautismo viene de la pa­labra baptizenai que significa “to­mar un baño sumergiéndose en las aguas.”.



Podíamos pensar que se trata de que estan­do sucios, sudorosos, cansados, nos sumer­gimos en las aguas limpias, y salimos lim­pios, renovados, nuevos, dispuestos a co­menzar.



El agua purifica, mata la suciedad y de­vuelve la limpieza que es salud y vida.



Así el hombre que está en pecado, a causa del egoísmo, de la pereza, del odio, al reci­bir el bautismo, se sumerge en la muerte de Cristo, muere al pecado, y como Cristo resucita a una vida nueva, incorruptible que es la vida cristiana.



La vida cristiana comienza cuando mori­mos al pecado, tomamos la resolución de abandonar el pecado que nos oprime y no nos deja realizarnos, y optamos por vivir la vida que nos propone Jesús que es la paz, la fraternidad, el amor, la confianza en Dios nuestro Padre.



Cuando vivimos la vida de Jesús estamos resucitando con él y recibiendo de ~i la vida nueva. Entonces, si pecamos, nos le­vantamos porque sabemos que él nos per­dona y así resucitamos.



El bautismo es una verdadera muerte y una resurrección puesto que quien recibe su bautismo responsablemente tiene un cambio total en su vida, cambia su mane­ra de ser, de pensar, de sentir y de actuar.



Hay un cambio como hijo y como herma­no, en su familia; hay un cambio como es­tudiante, como trabajador, como amigo, como ciudadano. Al decidir actuar con sin­ceridad, honestidad, buscando siempre la perfección con honradez, será un hombre nuevo.
 
LA CONFIRMACION ES EL SACRAMENTO DE LA MAYORIA DE EDAD


Cuando una persona llega a la mayoría de edad tiene más derechos y unas responsabilidades especiales; ya es considerado ciudadano responsable, y puede participar en las elecciones, en el ejército, ser soldado, y colaborar mas activamente en el destino del país.



La confirmación es el sacramento de la ma­yoría de edad del cristiano dentro de la Iglesia; por este sacramento adquiere unos derechos y unos deberes especiales que podemos resumir en una palabra “testigo” valiente, decidido, audaz de Jesucristo y del Reino de Dios:

  

¿QUE SIGNIFICA LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS Y LA UNCION CON EL ACEITE?



La “imposición de las manos es un gesto o un signo por el cual el  obispo acoge a la persona que ya fue bautizada y la inserta entre los miembros cualificados de la Iglesia, por la imposi­ción de las manos el confirmando es incorporado al grupo de los que tienen mayores responsabilidades apostólicas en la comu­nidad.



Desde ahora en adelante el confirmado participa más directamente del profetismo de Cristo, y así debe:



·     Anunciar y confesar la fe en Cristo a quien sirve.

·     Dar testimonio del Reino de Dios.



La unción con aceite nos recuerdan a los reyes del Antiguo Testamento quienes eran ungidos recibían la fuerza de Dios para implantar el derecho y la justicia, defen­der a los débiles contra los poderosos. También ésta es la misión que asume Je­sús según el texto bíblico reflexionado.



LOS COMPROMISOS DEL CONFIRMADO



El confirmado es un bautizado res­ponsable y misionero de la comu­nidad cristiana y debe:



·         Dar testimonio de Jesús Resucitado.

·         Implantar el Reino de Dios que es jus­ticia, paz y libertad, en su familia, en su colegio, en su trabajo, como político o como gerente.

·         Anunciar el evangelio de Jesucristo.

·         Ponerse del lado de los pobres y de los más débiles para proteger sus derechos.

·         Poner sus cualidades personales al ser­vicio de la comunidad cristiana.


LA EUCARISTÍA
¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y del vino; los accidente—forma, color, sabor, etc.— permanecen iguales.

La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía (Fracción del Pan) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.

Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre...". Encuentro con Jesús amor

Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas.?

Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.


TEMÁTICA SEGUNDO PERIODO




  • Somos seres sociales y cristianos
  • La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios
  • La Iglesia es el Cuerpo de Cristo
  • La Iglesia es servidora de la Palabra de Dios
NIVEL DE DESEMPEÑO
      Reconoce a la Iglesia como Pueblo de Dios y valora los sacramentos como signos visibles de la presencia de Cristo.


  • SOMOS SERES SOCIALES Y CRISTIANOS




1.     MI IDENTIDAD PERSONAL
Aunque pertenezcas a una familia, a una sociedad, a una comunidad  religiosa, tú eres, ante todo, tú. Tú eres tu cuerpo: tu cabeza, tu rostro, tus ojos, tus narices y tu boca; tus manos, tus pies, tu estómago y tus pulmones... y to­das y cada una de las partes de tu cuerpo eres tu. También eres tus pensamientos y tus sen­timientos; que piensas, lo que quieres, lo que sientes, se identifica contigo, porque eres tú mismo pensando, sintiendo, eligien­do o rechazando. Tú eres tú y además estás en tus manos. En último término tú decides sobre tu cuerpo y lo alimentas, lo cuidas, lo forta­leces y hasta lo embelleces.
Tú decides sobre tus pensamientos y sobre tus sentimientos y los cultivas, les das sen­tido y profundidad.
Lo que tú eres, y la manera como lo eres, constituye tu individualidad personal.
Cada uno tiene su individualidad personal que lo hace ser él mismo, distinto de los otros; también tiene su manera especial de relacionarse con Jesucristo.
2.     SOMOS SERES SOCIALES
Observa que tu individualidad no podría resistir incomunicada, aisla­da. ¿Qué sería de nuestro cuerpo sin la luz, el aire, el sol y la vida de la na­turaleza?
¿Qué sería de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos sin nuestros padres, amigos, profesores.
Para vivir, crecer y madurar, necesitamos a los otros; necesitamos relacionarnos con los otros, y que los otros se relacionen con nosotros.
La relación es, pues, indispensable para la vida del hombre. ¿Con quiénes nos rela­cionamos?
Vivimos inmersos en nuestras familias, en nuestros grupos de amigos, en nuestra so­ciedad.
Que pertenecemos a esa familia, o a esos grupos y a esa sociedad, quiere decir que nos parecemos a ellos y que compartimos con ellos la lengua, las costumbres, las ma­neras de pensar, de sentir y de actuar.
Somos colombianos, hablamos, pensamos, sentimos y actuamos como colombianos, y participamos de los ideales de los colom­bianos.
Observa: la sociedad está constituida por la colectividad, las personas, familias, gru­pos e instituciones que tienen las mismas costumbres, las mismas maneras de pensar, de valorar y de actuar; los mismos intere­ses y los mismos ideales.
La manera propia de pensar, de ser, de va­lorar, y de actuar cada sociedad, además de sus intereses e ideales, es la cultura.
Es obvio que la sociedad colombiana es distinta de la japonesa y de la alemana; ca­da una tiene su propia cultura; su propia manera de ser.
¿Habrá alguien que no tenga la manera de ser, de pensar, de valorar y de actuar de su colectividad?
3.     PERSONALIZACION Y SOCIALIZACION
Hemos visto que es indispensable que cada persona se relacione con su sociedad y además es inevitable que la sociedad se relacione con cada per­sona. Hay pues, una sola relación con dos movimientos: la relación de la sociedad con la persona y de la persona con la so­ciedad.
La socialización es el movimiento median­te el cual la sociedad va proyectando so­bre la persona sus costumbres, sus actitu­des, sus maneras de pensar, de valorar y de actuar; sus ideales y sus intereses.
La personalización es el movimiento me­diante el cual la persona va asimilando la cultura de su colectividad, se va confor­mando con ella, y se hace miembro de ella.
La sociedad actúa sobre la persona y la  persona actúa sobre la sociedad.
 

  •  LA IGLESIA ES EL NUEVO PUEBLO DE DIOS




El mensaje de Jesucristo, su vida y su obra, y el Reino que él enseña a vivir no está limitado a ningún pueblo, raza, lengua o territorio, sino que es universal; es decir, se extiende a todos, los cobija a todos, es para todos y se pue­de comunicar en cualquier lengua.
Católica es una palabra que significa uni­versal. ¿Cuál es la historia del nuevo pueblo de Dios?
1. EL PUEBLO DE ISRAEL PREPARA LA VENIDA DE JESUCRISTO Y DE LA IGLESIA
Cuando el hombre desobedeció a Dios y no quiso vivir de acuerdo con su Proyecto, comenzó el odio, el egoísmo, la lucha y la muerte entre los hombres; recordemos el caso de Caín y Abel.
Sin embargo, Dios no abandonó al hom­bre en esa situación de dolor y de muerte, sino que le ofreció la salvación.
Pero Dios no quiso salvar a los hombres aisladamente, a cada uno en particular, si­no a través de un pueblo que fue Israel.
Dios eligió al pueblo de Israel, y a través de él, de sus personajes y de los aconteci­mientos de su vida, se fue dando a cono­cer Dios mismo y su voluntad de salvación.
Con Israel Dios hizo una alianza según la cual el pueblo se comprometía a vivir el Proyecto de Dios por medio del cumpli­miento de los mandamientos; el pueblo se comprometía a escuchar a Dios y vivir de acuerdo con su palabra; Dios, en cambio, se comprometía a ser el Dios de Israel y cuidarlo, protegerlo y darle bienestar.
Sin embargo, éste era un pueblo con su raza, con su cultura y su lengua propia y, la salvación de Dios era para todos los pue­blos de todas las razas, de todas las cultu­ras y de todas las lenguas.
2. JESUCRISTO INAGURA EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
El Antiguo Testamento, o sea el pue­blo de Israel con todos sus persona­jes y acontecimientos, prepara la venida de Jesús, manifestación definitiva de Dios.
En Jesús Dios nos habla directamente; la muerte de Jesús con su sangre derramada en la cruz es la sangre de la nueva y defini­tiva alianza que trae la salvación para todos.
Es Jesucristo quien rompe las fronteras de Israel y declara que su sangre es derrama­da “por todos los hombres”, y su mensaje es “para todos los pueblos”.
3. LA IGLESIA ES EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
La Iglesia está conformada por to­dos aquellos hombres que han re­cibido a Jesucristo en su mente y en su corazón, y que han sido bautizados y han recibido el Espíritu Santo que los hace nacer a una vida nueva.
Por tanto la Iglesia es:
· Una y la unidad le viene de que tiene “un solo Señor, una sola fe, un solo bau­tismo, un solo Dios Padre”.
La unidad la da el mismo Espíritu que une, organiza y vivifica a todos sus miembros.
· Santa porque ha sido santificada por la sangre de Cristo, porque vive el Proyec­to de Dios y realiza el Reino de Dios que es paz, justicia y solidaridad entre todos sus miembros.
· Católica o sea universal, está confor­mada por gente de todas las razas, de to­dos los pueblos, de toda cultura y de toda lengua, y de todos los tiempos.
La Iglesia es pueblo que vive en los pue­blos.
· Apostólica. La finalidad del nuevo pueblo de Dios es llevar a todos los hom­bres la salvación de Jesucristo para que re­ciban el Espíritu Santo por el bautismo.
La Iglesia debe hacer presente entre todos los pueblos el Reino de Dios para que todas las gentes vivan como la primera co­munidad cristiana.
· La condición para entrar en este pue­blo es la fe y el bautismo, y la única ley es el amor; amar como Cristo nos amó.
· Es Jesucristo quien, a través de su pue­blo, la Iglesia, va reuniendo a la gente de todos los pueblos; Jesús es el maestro, el jefe y el Sacerdote de este nuevo pueblo, al que vivifica, une y orienta por su Espí­ritu.
 
  • LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO
1.    EL CUERPO DE CRISTO
Con nuestro cuerpo hablamos, ac­tuamos, nos hacemos presentes an­te los demás, nos comunicamos. También Jesús tomó un cuerpo humano. Recordemos la encarnación de Jesucristo. El Hijo de Dios que existía desde siempre en el Padre, entra en un cuerpo humano que se va formando en el seno de una Vir­gen nazarena. El Hijo de Dios que se en-cama es Jesús.

Por la encarnación, el Hijo de Dios se hace carne, se hace cuerpo, y se hace visible pa­ra todos; a través de su cuerpo el Hijo de Dios ve, oye, trabaja, camina, habla y se relaciona con los demás, enseña y otra sus milagros que sanan y salvan a la gente.

A través de su cuerpo el Hijo de Dios co­munica su mensaje de salvación, muere en la cruz para la liberación de todos y resu­cita de entre los muertos venciendo así la muerte y dándonos la vida definitiva.

Observa que la obra salvadora del Hijo de Dios está estrechamente ligada a la encarnación.
 2.    LOS APOSTOLES FUERON EL NUEVO CUERPO DE CRISTO

Cuando resucité el Hijo de Dios, en­vió su Espíritu que llenó la mente y el corazón de los apóstoles; ellos recordaron la palabra de Jesús, la obra de Jesús, la salvación de Jesús.

Llenos del Espíritu Santo, los apóstoles hablaron la palabra de Jesús y sus manos obraron los milagros de Jesús y la salva­ción de Jesús.

A través de ellos el Espíritu de Jesús resu­citado siguió hablando, caminando, vien­do, oyendo, comunicando el mensaje, ce­lebrando y orando al Padre, y mucha gen­te recibió a Jesucristo y se convirtió a él.

Los apóstoles fueron el nuevo cuerpo de Cristo y a través de ellos su mensaje llegó a más gente, a mas lugares y durante más años: Jesús les había dicho: “Quien a vo­sotros oye, a mí me oye”.

San Pablo decía: “no soy yo quien es Cristo quien vive en mí”.

3.    LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO

Observa que un cuerpo tiene mu­chos miembros y cada miembro tiene su función propia para la vi­da de todos. Cada hombre que recibe el Espíritu del Señor resucitado es un cristiano, un miem­bro del cuerpo de Cristo; y todos los cris­tianos formamos el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

A través de la Iglesia, el Hijo de Dios, si­gue hablando, comunicando su mensaje de salvación, sanando, curando, llevando a los hombres luz y vida.

A través de su cuerpo, Cristo sigue bendi­ciendo, perdonando, llamando a la unidad, orando, pero también Cristo sigue sufrien­do y muriendo en muchos de sus miem­bros que sufren la soledad, la miseria, el abandono, la violencia y la muerte.
Son muchos los sacerdotes, religiosos y re­ligiosas, padres de familia, jóvenes, que son verdadero cuerpo de Cristo y hacen presente el Reino de Dios en su hogar, en su trabajo, en su colegio y con sus amigos.

4.    LA COMUNIÓN EN EL CUERPO DE CRISTO

Cristo es la cabeza del cuerpo y es quien le comunica la vida a todos los miembros; él había dicho: “Per­maneced en mi, como yo permanezco en vosotros”. Juan 15, 4.

Todos los miembros del cuerpo de Cristo tienen igual dignidad, igual valor y debe haber entre ellos solidaridad, unión y cola­boración, “de manera que si uno sufre los demás sufren con él, y cuando recibe ho­nor, todos se alegran con él”.

En el cuerpo de Cristo no debe haber divi­siones, ni enfrentamientos y, menos aún, menosprecio de unos hacia otros, ¿puede el cerebro despreciar las extremidades? ¿Qué pasaría?

En el cuerpo de Cristo debe haber frater­nidad entre todos sus miembros, porque cuanto mayor armonía hay entre ellos me­jor se expresa la vida.

  • LA IGLESIA ES SERVIDORA DE LA PALABRA DE DIOS
  • 1.    LA IGLESIA HACE PRESENTE A JESUCRISTO Y SU SAL VACION
Recordemos que Jesús comunica su salvación a través de su Palabra, su vida y su obra.
La Iglesia hace presente y comunica la sal­vación de Jesucristo a través de la predica­ción de la palabra, a través del recuerdo o memoria de la Vida de Jesús en la celebra­ción de los sacramentos, y a través del tes­timonio de muchos de sus miembros que mediante obras de caridad y de misericor­dia con los necesitados, hacen presente la compasión de Jesús por los pobres. Veamos cada uno de estos aspectos por separado.
2.     LA IGLESIA ES SERVIDORA DE LA PALABRA DE DIOS
La misión de la Iglesia es llevar la Palabra de Dios a la gente para que la gente la oiga, la reciba, la conserve en su mente y viva de acuerdo con ella.
La Iglesia es depositaria de la Buena Nue­va que debe ser anunciada. Las promesas de la Nueva Alianza en Cristo, las enseñan­zas del Señor y de los Apóstoles, la Pala­bra de vida, las fuentes de la gracia y de la benignidad divina, el camino de salvación, todo esto le ha sido confiada Es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y por consiguiente de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido sino para comunicarlo.
Enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores. Ella pone en su boca la Palabra que salva, les explica el mensaje del que ella misma es depositaria, les da el mandato que ella misma ha reci­bido y les envía a predicar. [A predicar no a sí mismos o sus ideas personales, sino un Evangelio del que ni ellos ni ella son due­ños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto, sino ministros para trans­mitirlo con suma fidelidad”. E.N. 15.
La Iglesia no habla de sí misma, sino que habla la Palabra de Dios, da a conocer la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras.
El centro de la predicación de la Igle­sia es Jesucristo muerto y resucitado en quien tenemos la vida.
·     Como Jesucristo, la Iglesia también predica el Reino de Dios, la voluntad que Dios, que es que todos los hombres viva­mos en el amor, la justicia y la paz, según su Proyecto.
·    La Iglesia también predica los valores, los comportamientos y las orientaciones de vida que nos enseñó Jesús.
· La Iglesia predica la liberación integral que Jesucristo ofrece al hombre.
La finalidad de la predicación es el co­nocimiento de Jesucristo que lleva a la conversión de los pensamientos, de los in­tereses, de las maneras de vivir que están en contra del Reino de Dios.
La predicación busca transformar des­de dentro, como el fermento lo haca con la masa, la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad que producen, su vida y su familia, por medio de la fuer­za divina que tiene el mensaje de Jesu­cristo.
3.     LA PREDICACION BUSCA LA ADHESION AL MENSAJE
Pablo VI dijo:
Hacia una adhesión vital y comunitaria:
Efectivamente, el anuncio no adquiere to­da su dimensión más que cuando es escu­chado, aceptado, asimilado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhe­sión de corazón. Adhesión a las verdades que en su misericordia el Señor ha revela­do, es cierto. Pero más aún, adhesión al programa de vida —vida en realidad ya transformada— que él propone. En una palabra, adhesión al reino, es decir, al “mundo nuevo,’ al nuevo estado de co­sas, a la nueva manera de ser, de vivir, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio. Tal adhesión, que no puede quedarse en algo abstracto y desencarnado, se revela con­cretamente por medio de una entrada visi­ble, en una comunidad de fieles. Así pues, aquellos cuya vida se ha transformado en­tran en una comunidad que es en sí misma signo de la transformación, signo de la no­vedad, de vida: la Iglesia, sacramento visi­ble de la salvación. Pero a su vez, la entra­da en la comunidad eclesial se expresará a través de muchos otros signos que prolon­gan y despliegan el signo de la Iglesia. En el dinamismo de la evangelización, aquel que acoge el Evangelio como Palabra que salva lo traduce normalmente en estos ges­tos sacramentales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifies­tan y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren”. E.N. 23.




TEMÁTICA PRIMER PERIODO
  • La Santa misa: partes y respuestas
  • La situación de la Iglesia en América Latina hoy
  • Cómo comenzó la Iglesia?
  • La Primera Comunidad Cristiana
  • Cómo creció la Iglesia?
NIVEL DE DESEMPEÑO:
Conoce e identifica la situación actual de la Iglesia en América Latina y valora las enseñanzas de la primera comunidad cristiana como modelo de Iglesia


LA SANTA MISA

PARTES:

RITOS INICIALES

A El canto que acompaña la procesión de entrada
A El saludo al altar y a la asamblea
A El rito penitencial
A Las preces iniciales: Kyrie, gloria(aclamaciones laudatoricas)
A Oración presidencial

FINALIDAD
Constituir la asamblea, congregarla, a fin de que puedan recibir la Palabra en espíritu de oración y disponibilidad para la conversión, condición para llegar al rito sacramental. La unidad de los hermanos en asamblea deberá ir creciendo a lo largo de la celebración, hasta culminar en la comunidad de todos en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Entonces se edificará la Iglesia, finalidad de la Eucaristía. La asamblea así constituida, es el signo fundamental de la presencia de Cristo.

CANTO DE ENTRADA: Es la primera expresión de la fe, la unidad, el sentido de la celebración y la alegría de hermanos que se reúnen, sé re-encuentran entre ellos y con su Padre Dios. La liturgia es celebrada por un pueblo. Cada uno de los integrantes tiene una función propia. Pertenece al pueblo manifestar en este momento su fe y su alegría.
SALUDO AL ALTAR Y AL PUEBLO: Después de venerar el altar, por una inclinación, un beso, y/o incensación, el sacerdote se dirige a la comunidad desde la sede, pues en nombre del Señor, va a presidir la asamblea celebrante.
Hecha la señal de la cruz, saluda a la asamblea con una de las fórmulas paulinas. Con este saludo despierta en el pueblo el sentido eclesial de la reunión.
ACTO PENITENCIAL: el rito y su significación.

El misal propone cuatro fórmulas:

1. La confesión general de los pecados (Yo confieso)

2. El responso dialogado: Señor, ten misericordia de...

3. Las preces litánicas: Señor ten piedad – invocaciones precedentes

4. La aspersión con el agua bendita.

Al iniciar la celebración, la Iglesia se dispone celebrando la penitencia. Responde así la invitación del Señor: Conviértanse y crean en el evangelio Mt 1,15. También es necesario reconciliarse con los hermanos ante de presentar la ofrenda al altar.
- Sentido personal y comunitario de la penitencia.
ACLAMACIONES LAUDATORIAS
A Kirie eleison: es una antigua fórmula en que se proclama que el Hijo conoce nuestra condición humana (eleison), pero que venció el pecado del mundo y por la resurrección adquirió el nuevo nombre de< Señor>.
A El Gloria es un himno antiquísimo (S. II) con el cual la Iglesia reunida en el Espíritu Santo, alaba al Padre y súplica al Hijo, Cordero y Mediador. Es una hermosa doxología o alabanza a Dios.

ORACIÓN COLECTA:
SENTIDO: Es una oración presidencial que recoge, sintetiza, reúne los sentimientos de la asamblea. Su función es dar el sentido de la celebración del día. Es una oración que se hace en nombre y a intención de toda la Iglesia.

LITURGIA DE LA PALABRA

IMPORTANCIA
La palabra proclamada, no sólo instruye al pueblo y revela el misterio de la salvación que se realiza a través de la historia, sino que hace al señor realmente presente en medio de su pueblo (SC 7 y 33)
Ante esta manifestación de Dios, el pueblo creyente responde al señor con cantos y oraciones (SC 33) y habla a Dios con las mismas oraciones, palabras y sentimientos que La ha inspirado.

De este modo la liturgia de la palabra por su naturaleza y por su estructura ritual es un diálogo o conversación entre Dios que habla y su pueblo que escucha y responde y acepta su manifestación.

EL PUEBLO RESPONDE.

IMPORTANCIA: Parte integrante de la liturgia de la palabra, el salmo responsorial pertenece al pueblo que formula su respuesta a la Palabra inspirada por Dios. Texto bíblico y salmo se iluminan mutuamente. El salmo nos impregna del verdadero espíritu de oración.

LA HOMILÍA

FINALIDAD:

La homilía no es un sermón, ni una catequesis, ni una plática moralizada, sino, como lo enseña su etimología, una conversación familiar cuya finalidad es explicar (aplicar) el mensaje de Dios a un pueblo creyente concreto e introducir a este pueblo en la celebración(actualización) de este misterio de salvación que he anunciado.- Como elemento constitutivo de la liturgia de la palabra, tiene un carácter mistérico y sacramental que lo une íntimamente al ministerio presidencial del sacerdote, signo y sacramento de Cristo-cabeza.


PROFESIÓN DE FE:

SENTIDO: El credo, profesión de la fe de la Iglesia, es una respuesta a la Palabra de Dios. Tiene un valor de “tradición”que expresa la unidad de la Iglesia en la misma fe.

Por lo tanto, en los domingos y solemnidades en que está prescrito, debemos utilizar una de las fórmulas propuestas por el misal, en la conciencia de que es la fe proclamada por la Iglesia en todo el mundo,

ORACIÓN UNIVERSAL

SENTIDO: La comunidad cristiana reunida en asamblea sagrada ejerciendo de modo relevante su sacerdocio bautismal, pide a Dios que la salvación que se acaba de proclamar se haga una realidad en la Iglesia, en el mundo, en los que sufren y en esa misma asamblea. Esta pieza litúrgica pretende hacer realidad el plan salvífico universal de Dios: salvar a todo hombre y a todos los hombres. En cierto modo, se rompen los límites de la comunidad celebrante para dar a la salvación que celebramos la dimensión universal que Dios le da.

LA LITURGIA EUCARÍSTICA

INTRODUCCIÓN

Las dos partes de la Misa, liturgia de la Palabra y liturgia eucarística, constituyen un solo acto de culto. <A decir verdad, no son dos mesas> separadas: la una conduce a la otra, como la revelación del Cap. 6 de S. Juan sube el pan de la palabra al pan de la eucaristía... > En la liturgia de la palabra previa a la eucaristía, la Palabra toma todo sentido; es vivida en plenitud por el contacto normal con la eucaristía.

El relato bíblico de la Cena del Señor es muy breve y conciso: <Jesús tomó el pan, pronunció la bendición y lo partió para distribuirlo>. La tradición de la Iglesia, al querer cumplir el mandamiento del Señor de repetir esa Cena Pascual, concretó tres gestos del Señor en otros tantos ritos. Y así, al celebrar la Eucaristía:

A Preparamos y presentamos las ofrendas (tomó pan y vino)

A Proclamamos la oración eucarística (dijo la bendición)

A Celebramos la comunión (partió el pan y pasó la copa)

LA GRAN ORACIÓN EUCARÍSTICA

  1. EL PREFACIO Y EL SANTO
SENTIDO: Bendición entusiasta a Dios por todas las maravillas y particularmente por la salvación, el prefacio (o sea la proclamación) es un elemento fundamental de la gran oración eucarística. Expresa la alabanza y la acción de gracias a Dios por la obra de salvación que hace eminentemente presente en la acción eucarística, destacando algún aspecto particular según el día, la fiesta o el tiempo litúrgico.
El Santo que sigue al prefacio es la mayor aclamación de la Misa; es por eso que debe ser el primer canto por orden de importancia.
2. LAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

SENTIDO: La plegaria eucarística, culmen de toda la celebración es la plegaria de acción de gracias y de santificación por lo mismo, se tiende a que toda la asamblea de los fieles se unan a Cristo en la proclamación de las maravillas de Dios y en la oblación del sacrificio. Esta plegaria la recita el ministro sacerdote, quien interpreta la voz de Dios que se dirige al pueblo y la voz del pueblo que eleva su oración, su espíritu a Dios. Sólo debe escucharse la voz del sacerdote mientras la asamblea reunida guarda un religioso silencio.

RITO DE LA COMUNIÓN
SENTIDO

Es importante que, por medio de la catequesis y de la misma celebración, se lleve a los fieles a percibir la unidad de los ritos que preceden y acompañan la recepción sacramental del Cuerpo y Sangre de Cristo. Este conjunto de ritos que, a primera vista, aparecen como un mosaico de piezas sueltas, pone de manifiesto el aspecto de Cena Pascual.

Es cierto que él< sacrificio, como pascua de Cristo, es ofrecido por todos, pero no produce sus efectos sino en aquellos que se unen a la pascua de Cristo por la fe y por la caridad>.

Tres signos mutuamente relacionados, encaminan hacia el signo-cumbre de la comunión: el Pater, la paz y la fracción del pan y de la copa:

A Signo de la oración o signo de filiación del Señor

A Signo de la paz o signo de fraternidad

A Signo de la fracción o signo de amor-caridad

A Signo de la comunión o signo de incorporación a Cristo y a la Iglesia

SIGNO DE LA ORACIÓN DEL SEÑOR.
El Padre Nuestro, con su embolismo (ampliación última petición) sintetiza en cierto modo y expresa sentimientos semejantes a los de la plegaria eucarística. Podríamos decir es la plegaria eucarística de la asamblea.

Los gestos que se realizan al rezar el Padre Nuestro es ocasional. El tomarse de las manos expresa más bien unidad, lo cual tiene lugar más adecuado n el rito de la paz. Es auténtica aclamación: Tuyo es el Reino...
SIGNO DE LA PAZ.

La paz que se pide a Cristo, Señor de la paz, y que se desea entre hermanos, tiene un contenido profundamente humano y evangélico. <Ve a reconciliarte con tu hermano> MT 4,23. Este gesto de la paz debe llevar consigo un compromiso de trabajar por la paz y la unidad, y no sólo en el momento y ámbito de la celebración: <dar> la paz, no sólo manifestarla.

SIGNO DE LA FRACCIÓN DEL PAN
El rito reproduce la acción de Cristo en la última Cena pero con el contenido doctrinal profundo que formula San Pablo: Cristo es el único pan partido; los que comemos de un mismo pan transformado en un solo cuerpo (I cor 10,17). El gesto viene de los tiempos apostólicos; incluso le dio el nombre a toda acción eucarística.
SIGNO DE LA COMUNIÓN.
Después de las preparaciones y su insistencia en el Cuerpo de hermanos que formamos en Jesucristo, resuena esta espléndida afirmación-invitación inspirada en el Apocalipsis Dichosos los invitados a la boda del Cordero(Ap 19,9). Proclama que participamos en la cena escatológica, que la comunión sacramental es participación en el Reino ya presente, de la comunión con Dios. La comunión nos une a toda la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos, realiza la <comunión de los santos>. <Nos compenetramos con Cristo y entre nosotros mismos> (LG), realizando el designio de Dios que es <reunir el universo entero bajo una sola Cabeza, Cristo> Ef 1,10
La comunión se entrega: es un don del Señor que se ofrece a los fieles por medio del ministro autorizado para ello. Como signo la comunión expresa también la Alianza que se ratifica comiendo el Cuerpo de Cristo (y bebiendo su Sangre). La Alianza es con la Iglesia y con cada uno de los cristianos. Esto exige la presencia de un miembro de Cristo, frente al cual se responde él AMEN de la Alianza.

RITO FINAL

AVISOS
Los avisos que son importantes para edificar la vida de la comunidad la cual esta centrada en la Eucaristía, pueden hacerse después de la oración Postcomunión, nunca después de la homilía o durante el silencio sagrado. Los da el sacerdote mismo o preferentemente otro ministro, diacono o lector, evitando alargarse demasiado.
SALUDO Y BENDICIÓN
El misal ofrece una variedad de bendiciones solemnes según los tiempos litúrgicos y las fiestas. Cuando se da la bendición la asamblea responde a la triple bendición AMEN.
También existen las oraciones sobre el pueblo, las cuales enriquece el sentido de la bendición, y llaman habitualmente al compromiso de salir y llevar la liturgia a la vida diaria.

DESPEDIDA

Es preciso que la eucaristía tenga conexión con la vida, que salgan los participantes a la calle con un compromiso, con una esperanza, con la sensación de haber crecido en la fraternidad y la decisión de dar testimonio en medio del mundo. La formula< pueden irse en paz de Cristo>, una misión. Antes de retirarse el sacerdote venera el altar, besándolo.

CANTO FINAL

Es la manifestación de la alegría de los fieles y su compromiso de vivir como cristianos eucarísticos.

COLEGIO SAN FRANCISCO
DEPARTAMENTO DE PASTORAL
LIC. ROBERTO CARLOS GAMBIN J.
RESPUESTAS DE LOS FIELES EN LA SANTA MISA
Ritos iniciales
1.-En el nombre del Padre... AMÉN
2.-La gracia... Y CON TU ESPÍRITU
Acto penitencial
3.-Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego ante Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
4.-Dios todopoderoso... a la vida eterna. AMÉN
5.-Señor, ten piedad. SEÑOR TEN PIEDAD
Cristo ten piedad. CRISTO, TEN PIEDAD
Señor, ten piedad. SEÑOR TEN PIEDAD
6.-Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
7.-Oremos. Al final de la oración: AMÉN
Liturgia de la palabra
8.-Primera lectura y segunda lectura. Al final de cada lectura, el lector dice: Palabra de Dios. Todos aclaman: TE ALABAMOS SEÑOR.
9.-Evangelio. El señor esté con vosotros. Y CON TU ESPÍRITU. Lectura del Santo Evangelio según san N. GLORIA A TÍ, SEÑOR. Acabado el evangelio se dice: Palabra del Señor. Todos aclaman: GLORIA A TÍ, SEÑOR JESÚS. (Homilía)
10.-Profesión de fe.
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo reciben una misma adoración y gloria. Y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
11.-Liturgia eucarística
Bendito seas Señor... BENDITO SEAS POR SIEMPRE SEÑOR.
12.-Orad hermanos... EL SEÑOR RECIBA DE TUS MANOS ESTE SACRIFICIO PARA ALABANZA Y GLORIA DE SU NOMBRE, PARA NUESTRO BIEN, Y EL DE TODA SU SANTA IGLESIA.
Oración sobre las ofrendas.
Por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN
Plegaria eucarística
13.-El Señor esté con vosotros... Y CON TU ESPÍRITU. Levantemos el corazón... LO TENEMOS LEVANTADO HACIA EL SEÑOR. Demos gracias al Señor, nuestro Dios... ES JUSTO Y NECESARIO.
14.-SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO. LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA. HOSANNA EN EL CIELO. BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR. HOSANNA EN EL CIELO.

Durante la consagración, mientras no se diga lo contrario, los fieles están de rodillas.
15.-ANUNCIAMOS TU MUERTE, PROCLAMAMOS TU RESURRECCIÓN, ¡VEN SEÑOR JESÚS!
Al final de la plegaria eucarística, el sacerdote toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

Por Cristo, con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama: AMÉN.

Rito de la Comunión
16.-Fieles a la recomendación del Salvador... nos atrevemos a decir: PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE; VENGA A NOSOTROS TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA; PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN; NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN, Y LÍBRANOS DEL MAL.
17.-Líbranos de todos los males, Señor... TUYO ES EL REINO, TUYO EL PODER Y LA GLORIA, POR SIEMPRE, SEÑOR.
18.-Señor Jesucristo, que dijiste... AMÉN.
19.-La paz del Señor esté con vosotros. Y CON TU ESPÍRITU.
20.-CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS. CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS. CORDERO DE DIOS, QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO, DANOS LA PAZ.
21.-SEÑOR, NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA, PERO UNA PALABRA TUYA BASTARÁ PARA SANARME.
22.-El cuerpo de Cristo. AMÉN
23.-Oración después de la comunión.
Por Jesucristo Nuestro Señor. AMÉN.
24.-El Señor esté con vosotros. Y CON TU ESPÍRITU.
25.-La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. AMÉN. Podéis ir en paz. DEMOS GRACIAS A DIOS.

RCG 2012

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